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La resiliencia es la capacidad que poseen las personas para adaptarse y afrontar los cambios y dificultades de una manera positiva. Aunque algunos niños parece que traen desde su nacimiento cierta capacidad de tolerancia a las frustraciones, los problemas o enfermedades, también es posible aprenderlas.




La resiliencia puede verse como una capacidad que ampliada, que podría incluir cualidades como esperanza, tolerancia, resistencia, adaptabilidad, recuperación ante adversidades, facilidad para la solución de problemas e iniciativa.

Los niños resilientes suelen responder adecuadamente frente a los problemas cotidianos, son más flexibles y sociables, y tienden a tener una buena capacidad de autorregulación emocional  y autonomía. Podríamos enumerar sus características así:

  • Tienen una buena autoestima
  • Son seguros y saben pedir ayuda si la necesitan
  • Enfrentan constructivamente la competencia y aprenden de los propios errores
  • Tienen mejores y más eficaces estilos de afrontamiento
  • Son optimistas y muestran una mayor tendencia a manifestar sentimientos de esperanza
  • Tienen la capacidad de ver los problemas como retos y abordarlos desde diferentes perspectivas.
  • Son creativos.
  • Son empáticos
  • Tienden a ser solidarios
  • Tienen un buen sentido del humor

Estos rasgos y habilidades tienen un componente genético, pero pueden verse reforzados por la influencia positiva del medio familiar en la vida del niño.




Factores que favorecen la resiliencia en los niños
  • Apego parental
  • Desarrollo de intereses y vínculos afectivos externos
  • Clima educacional sincero y capaz de establecer límites claros en la conducta.
  • Modelos sociales que motiven para enfrentarse de manera constructiva a las adversidades.
  • Vivir experiencias de autoeficacia, autoconfianza y contar con una autoimagen positiva.
  • Tener posibilidad de responder de manera activa a situaciones o factores estresantes.
  • Asignar significados subjetivos y positivos al estrés, describiendo las dificultades como oportunidades de ofrecer respuesta a las circunstancias adversas. 
Como padres podemos potenciar estas habilidades para la vida teniendo en cuenta los siguientes propósitos:

a) La presencia de adultos de referencia accesibles, responsables y atentos a las necesidades de los niños. Pueden ser padres que muestren empatía, capacidad de escucha y actitud cálida. Además es importante que expresen su apoyo de manera que favorezca un sentimiento de seguridad y confianza en sí mismos.

b) Que existan expectativas altas y apropiadas a su edad, expresadas de manera consistente, con claridad, que le proporcionan metas significativas, lo fortalezcan y promueven su autonomía e independencia del adulto.

c) La apertura hacia oportunidades de participación: los adultos son modelo de competencia social en la solución de problemas, pudiendo proporcionar oportunidades para que los niños aprendan de los errores, bajo el mensaje de “usamos todo lo que nos sucede para avanzar”.

Se trata de acompañar a los hijos fomentando el descubrimiento de sus fortalezas personales para ser más eficaces y alcanzar un mayor bienestar personal. Trabajar las debilidades desde la perspectiva positiva de las fortalezas y cualidades, no desde el foco de lo que no puedo hacer… apoyarse en las experiencias de éxito pasado, para afrontar el presente y construir futuro.

Con información de: creciendoenfamilia.com.do

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